En muchas zonas del mundo se tiene la creencia de que existe un ratón, un ratón con apellido propio, que se nos presenta como un ser dadivoso, si bien su nombre difiere, e incluso también su forma, de unos sitios a otros, tal como ocurre en las culturas del ámbito mediterráneo. Así, en España y muchos países de su influencia cultural en América, ese roedor que recoge los dientes de leche que han sido depositados por su infantil propietario bajo la almohada y deja en su lugar algo de dinero, es conocido como el Ratoncito Pérez.
En Francia, por el contrario, el mítico roedor que cumple las mismas funciones que el Ratón Pérez hispano recibe el nombre de Petite Souris. Sin embargo, en otros países, como es el caso de Suiza, Perú, Venezuela, Polonia, México o la India, esta tradición leyendaria tiene por protagonistas a ratones anónimos (entiéndase, que no tienen nombre). Por su parte, en Alemania, cuando se caen los dientes de leche, se tiene por costumbre decir: «Ratón, déme su diente de hierro; yo le daré el mío de hueso». Y en una isla del Pacífico Sur llamada Rarotonga, perteneciente a las islas Cook (archipiélago libremente asociado a Nueva Zelanda), cuando se le extraía un diente a un pequeño, había que decir: «Gran rata, pequeña rata, aquí está mi viejo diente; os ruego que me deis otro nuevo». En cambio, en los países de cultura anglosajona, como EE UU, Inglaterra, Australia y Filipinas, entre otros, la función de este peculiar roedor es llevada a cabo por el Hada de los Dientes (Tooth Fairy) .Los rituales de las “hadas dentales” incluyen típicamente 1) que el niño que ha perdido un diente lo coloque debajo de la almohada y 2) que el niño, a la mañana siguiente, encuentre una moneda o un pequeño billete en el lugar donde había colocado su diente la noche anterior.
Una variante menos difundida indica que el chico puede colocar su diente dentro de un vaso de vidrio, situado junto a su cama. Por la mañana, dentro del recipiente hallará la ansiada moneda. Esta opción resulta más sencilla, dado que para los padres será siempre más fácil sacar el diente de un vaso y colocar allí la moneda que buscar debajo de la almohada, corriendo el riesgo de que el hijo se despierte, mientras que en otros, como Bulgaria, esta tarea es responsabilidad de las abuelas.En Italia existe un “duende dental” llamado Fatina que también caza ratones (conocido como Topino).
Una variante menos difundida indica que el chico puede colocar su diente dentro de un vaso de vidrio, situado junto a su cama. Por la mañana, dentro del recipiente hallará la ansiada moneda. Esta opción resulta más sencilla, dado que para los padres será siempre más fácil sacar el diente de un vaso y colocar allí la moneda que buscar debajo de la almohada, corriendo el riesgo de que el hijo se despierte, mientras que en otros, como Bulgaria, esta tarea es responsabilidad de las abuelas.En Italia existe un “duende dental” llamado Fatina que también caza ratones (conocido como Topino).
En Irlanda también existe un duende dental, aunque de tradición más reciente. Y en Lowland, Escocia, encontramos una costumbre parecida a la del ratón o de las hadas: se trata de una rata blanca que compra los dientes de los niños con pequeñas monedas.
El mito y sus posibles efectos
Como hemos tenido ocasión de constatar, en muchas partes del mundo existe la costumbre de colocar los dientes que se caen naturalmente en determinados lugares, a fin de que puedan ser encontrados por un ratón o rata, u otra entidad, con la esperanza de que, por esa conexión que existe entre el diente y su propietario, el resto de sus dientes adquieran la firmeza de la dentadura de los roedores.En el caso del ratón Pérez, algunos investigadores creen ver en ello una fórmula ritual iniciática, por el hecho de que se produce a una edad temprana, pero, aun así, en nuestra cultura ha perdido ya por completo tal significación. Sin embargo, es preciso dejar constancia de que, aunque se trate de una simple creencia, tiene un efecto liberador de la posible ansiedad que pueda generar en el pequeño la caída del diente.