Culpable de estropear la belleza de cualquier sonrisa, el cálculo dental, sarro o como se le conoce popularmente "piedra", es una masa calcificada que se forma sobre los dientes e incluso sobre las prótesis dentales. Posee un color que puede ir de blanco amarillento a grisáceo, presentándose en algunos casos teñido de un color más intenso por hábitos, como el cigarrillo o el café y es precisamente su color el causante del desagradable efecto estético que produce.
Incluso los sabios del imperio romano, llegaron al extremo de recomendar a las personas con abundante cálculo dental, evitar en lo posible de sonreír, por lo poco favorecidas que resultaban.
La diferencia entre el cálculo y la placa dental, es que esta última es una película bacteriana que se adhiere a los dientes, removida fácilmente a través de un correcto cepillado y su composición es de un 80 % de contenido orgánico y 20 % de contenido inorgánico. En cambio, el cálculo dental tiene una composición inversa a la placa dental, posee un 20 % de contenido orgánico (agua, bacterias, y células descamadas de la cavidad oral, entre otros) y un 80 % de contenido inorgánico (principalmente carbonato de calcio y fosfato de calcio) y su remoción no es tan sencilla.
El cálculo, esa masa calcificada que se localiza en los dientes, es la placa dental que presenta un proceso de mineralización, es decir, sobre la placa dental empiezan a precipitarse sales minerales que con el paso de los días la transforman en una estructura dura y rugosa, visible a simple vista.
La importancia de controlar el cálculo dental reside en que a parte de lo desagradable que resulta su aspecto, su superficie rugosa hace que sea propicia la formación de placa dental, que puede complicar aún más la enfermedad periodontal que está instaurada.
La presencia del cálculo, usted mismo la puede detectar, a parte de las manchas que se observan a simple vista en sus dientes, también puede sentir la superficie de sus dientes áspera por la presencia del mismo. Es en este momento que se hace necesaria la visita a su Odontólogo, para realizarle una limpieza dental.
Dependiendo donde se ubique el cálculo, tenemos que se clasifica en: cálculo supragingival y cálculo subgingival.
Se habla de cálculo supragingival, a aquel que se forma sobre la porción coronal del diente, fácilmente visible, de color blanco amarillento, de consistencia arcillosa y su remoción por parte del Odontólogo, resulta buena usando el instrumental ideado para tal fin; más su recurrencia es rápida.
El cálculo subgingival, es aquel que se forma sobre la superficie del diente que está cubierta por la encía libre, y presenta un color entre gris y verde parduzco, su consistencia es pétrea, por lo que se hace más laboriosa su remoción, siendo su recurrencia lenta, en comparación con la del cálculo supragingival.
A la larga el más perjudicial resulta ser el cálculo subgingival, que por su presencia desencadena la llamada enfermedad periodontal conllevando a la progresiva pérdida del hueso de soporte del diente y que de no tratarse a tiempo se puede, incluso, llegar a perder el diente afectado.
Se sabe que el cálculo aparece desde la adolescencia y aumenta con la edad, por lo tanto a mayor edad mayor es la probabilidad de formación de cálculo, siendo así mayor el riesgo de padecer la enfermedad periodontal.