miércoles, 22 de febrero de 2012

Reanimación CardioPulmonar para Odontólogos

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En muchos casos la víctima de un ataque al corazón muere en un lapso corto de tiempo, por lo que proporcionarle asistencia médica cuanto antes deviene fundamental. La gran mayoría de estos fallecimientos se deben a la fibrilación ventricular, esto es, el corazón se contrae de forma muy rápida, tanto, que es como si no lo hiciese, ya que no puede expulsar sangre. No obstante, la parada cardiorrespiratoria puede deberse también a otras causas: traumatismo, ahogamiento, intoxicación por drogas (medicamentos) asfixia, intoxicación por monóxido de carbono , etc . Sea cual sea el motivo de la parada cardiopulmonar, cuando una persona está inconsciente, no respira y no tiene pulso, hay que solicitar ayuda. Pero en tanto llega ésta, hay que intentar mantener a la víctima con vida. 

Respiración boca a boca
  • Hay que colocar a la víctima tumbada, boca arriba, inclinarle la cabeza hacia atrás y levantarle la barbilla, así aseguramos que la vía respiratoria queda libre.
  • La persona que realiza la reanimación ha de colocarse en ángulo recto junto al hombro del paciente, pasarle una mano por la nuca y ponerle la otra en la frente, al mismo tiempo que con los dedos pulgar e índice le cierra las fosas nasales para que el aire que le va a insuflar no salga por ellas.
  • Después hay que inspirar profundamente, poner la boca sobre la de la víctima y expeler el aire.
  • Tras una insuflación, se apartar la boca, se aspira nuevamente y se repite la operación. Las personas que sientan reparos para realizar la reanimación pueden colocar un pañuelo o una gasa sobre la boca del paciente, ya que no impide el paso del aire.

Masaje cardiaco

Hay que aplicar cuanto antes la reanimación cardiopulmonar: unos pocos minutos sin oxígeno pueden dañar el cerebro
Para restablecer la circulación sanguínea hay que realizar el masaje cardiaco. Esta maniobra consiste en comprimir el corazón entre el esternón y la columna vertebral, para que expulse la sangre que contiene.
  • Hay que arrodillarse al lado de la víctima, que debe estar tumbada en una superficie dura, en posición perpendicular a su pecho.
  • Se ha de buscar la base del esternón, en el centro del tórax, donde las costillas forman una V. En este punto se coloca el talón de una mano y encima la otra, entrelazando los dedos.
  • Después se presiona con fuerza, descargando todo el peso del cuerpo para hacerle bajar el pecho, sin miedo, ya que hay que aplicar fuerza para que la maniobra sea eficaz. Hacerlo con temor y sin decisión puede no servir.
Combinar respiración boca a boca y masaje cardiaco puede salvar una vida si se hace correctamente.

Ritmo y duración

El ritmo óptimo para aplicar la reanimación cardiopulmonar es de una insuflación boca a boca y cinco compresiones cardiacas. También se pueden aplicar dos insuflaciones seguidas y 15 compresiones. Lo importante es efectuar 12-15 insuflaciones potentes y 60 compresiones cardiacas en un minuto. Pero, ¿durante cuánto tiempo hay que prolongar la reanimación? Es difícil responder a esta pregunta, lo aconsejable es no desanimarse. Algunos enfermos han precisado varios minutos hasta recobrar la respiración. Si el enfermo no reacciona, se recomienda practicar la reanimación hasta que llegue la asistencia médica.

Una o dos personas

Una sola persona puede aplicar la reanimación cardiopulmonar, pero es preferible que dos personas se turnen, ya que a veces la maniobra hay que prolongarla hasta que llegue el servicio especializado y puede ser cansado. Los principios básicos de la reanimación son similares cuando lo practican una o dos personas. En este segundo caso, mientras una realiza la respiración artificial, la otra se centra en el masaje cardiaco. Para ello, quien va a efectuar el masaje cardiaco se sitúa a horcajadas a la cabecera del accidentado y la otra en perpendicular a la altura del hombro. Si la maniobra se tiene que prolongar durante varios minutos, es conveniente alternarse para evitar el cansancio. Cuando hay dos personas realizando la reanimación se aplica una insuflación potente cada 5-6 compresiones cardiacas. Si hubiese una persona más podría colaborar elevando las extremidades inferiores del accidentado: de ese modo se consigue que la sangre que hay en ellas se dirija hacia el tronco y se aumenta el volumen de sangre disponible para garantizar un aporte suficiente a los órganos vitales: corazón y cerebro.


Respiración

La evaluaremos acercando un lateral de nuestra cara a la boca y nariz de la víctima mientras que miramos su pecho y abdomen. Buscamos con esto oír y/o sentir en nuestra mejilla la entrada y salida del aire de la víctima, a la vez que nos permite ver y observar el movimiento respiratorio del tórax y abdomen.
En caso de no sentir la respiración, observaremos que la boca y faringe estén libres de objetos que puedan obstruir las vías aéreas (dentaduras, chicles, caramelos, flemas, vómitos, etc.), liberaremos la base de la lengua que también puede obstruir el paso del aire por la faringe. Para ello pondremos una mano en la frente, que empujará hacia abajo, y la otra en la nuca, que tirará hacia arriba, consiguiendo así estirar el cuello elevando la mandíbula y con ella la base de la lengua, volviendo de nuevo a comprobar la respiración. Esta maniobra es conocida como hiperextensión.  
Si la respiración existe, giraremos su cabeza hacia un lado y pasaremos a realizar la valoración secundaria; si, por el contrario, la respiración no está presente realizaremos 2 insuflaciones seguidas (boca a boca) y a continuación valoraremos el pulso.
Nos colocaremos a la altura de los hombros, quitaremos la ropa que nos moleste del pecho de la víctima (¡atención con los sujetadores que tienen aros metálicos!); aflojaremos corbata y cinturón, retiramos cadenas o collares y colocaremos a la víctima tumbada sobre un plano duro en decúbito supino (boca arriba) con los brazos a lo largo del cuerpo.



Respiración boca a boca

Consiste en introducir en los pulmones de la víctima el aire contenido en nuestra boca, faringe, laringe, tráquea y bronquios antes de que quede viciado por nuestra propia respiración; es decir: el aire que aún no ha sufrido el total intercambio gaseoso en nuestros pulmones.
Para ello, manteniendo el cuello de la víctima en extensión, pegaremos nuestros labios herméticamente alrededor de la boca de la víctima mientras pinzamos su nariz con los dedos índice y pulgar de la mano que mantenemos en la frente; le insuflaremos el aire con fuerza moderada durante no más de dos segundos a la vez que miramos su tórax y abdomen y nos aseguramos de que lo que sube es el tórax. Esta fuerza debe ser muy controlada en el caso de que el paciente sea un niño y más aún en el caso de lactantes.
No retirar la mano de la nuca; si lo hacemos porque la boca está firmemente cerrada y es preciso abrirla (ver figura anterior) no la apoyeis en la garganta pues impediría la entrada del aire.
Si al insuflar vemos subir el abdomen es síntoma de que el aire pasa al estómago en vez de los pulmones; en este caso corregiremos la postura de la cabeza realizando de nuevo la hiperextensión del cuello o comprobando de nuevo la cavidad de la boca y faringe para detectar que la lengua o cuerpos extraños impidan la entrada de aire en los pulmones. Si esto es lo que ocurre, realizaremos la maniobra de desobstrucción.

Pulso

El pulso vamos a localizarle en cualquiera de las arterias carótidas situadas en el cuello a ambos lados de la nuez. Para ello utilizaremos 2 ó 3 dedos (nunca el pulgar) de la mano que teníamos en la nuca, que la haremos resbalar por cualquiera de los laterales de la tráquea (mejor por el lado opuesto a nosotros) hasta la depresión existente entre ésta y los músculos externo-cleido-mastoideos, presionando hacia la nuez. Si sentimos el pulso seguiremos realizando el boca a boca a ritmo de 1 insuflación cada 5 segundos; si, por el contrario, la víctima carece de pulso NO golpearemos el tórax con el puño y comenzaremos el masaje cardíaco externo.

Masaje cardiaco externo

Consiste en comprimir el corazón entre el esternón y la columna vertebral cargando nuestro peso sobre el tercio inferior del esternón de la víctima. Para localizar este punto con exactitud seguiremos con los dedos de una de nuestras manos el borde inferior de las costillas en dirección al esternón, y en la zona central del pecho chocaremos con la punta cartilaginosa del esternón (apófisis xifoides); en este punto pondremos 2 o 3 dedos de la otra mano en dirección a la cabeza y en este nuevo punto colocaremos el talón de la primera mano. Esta es la zona donde realizaremos las compresiones, quedando completamente desnuda y especialmente si existen sujetadores con aros metálicos; ello implica actuar con respeto a la intimidad del sujeto.
Para ello, sin apoyar ni la palma de la mano ni los dedos sobre la víctima, pondremos la otra mano sobre la primera (mejor entrelazando los dedos) y con los brazos rectos y perpendiculares al pecho de la víctima dejaremos caer nuestro peso con el fin de hacer descender el tórax unos centímetros.
 
Las compresiones serán secas y rítmicas (contaremos ...y uno... y dos... y tres... etc.), en numero de 15, posteriormente volveremos a dar dos insuflaciones rápidas y de nuevo 15 masajes externos.
Cada conjunto de 2 insuflaciones y 15 masajes se denomina ciclo de reanimación con un socorrista.
Si son dos los reanimadores, el ciclo es de 1 insuflación y 5 masajes.
Consideraremos secuencia al conjunto de 4 ciclos completos de reanimación.

Finalización de la reanimación

Al finalizar cada secuencia volveremos a valorar si el pulso está presente. Si no hay pulso seguiremos realizando secuencias hasta que retorne. Cuando el pulso retorne volveremos a valorar la respiración actuando como se ha descrito anteriormente.
Daremos por finalizada la resucitación...
... cuando otra persona nos sustituya (otro socorrista, personal de ambulancia asistencial, médico, etc.)
... cuando un médico certifique el fallecimiento de la víctima
... cuando recupere las constantes vitales o
... cuando estemos agotados y no podamos continuar con la reanimación.



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